El dopaje genético, basado en la introducción en el organismo de genes ajenos que supuestamente mejorarían el rendimiento físico, se considera la punta de lanza de una cuestión que trasciende el ámbito deportivo: la mejora del cuerpo en general, con técnicas de biomedicina.
Muchos expertos advierten de que tomar las riendas de la evolución para lograr una versión avanzada de la especie humana ya no es un sueño freak ni de la ficción científica. Tal vez en un futuro no lejano los padres deban decidir si regalar a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, genes de resistencia al sida o al alzhéimer, o que les hagan más listos y longevos. ¿Se impondrá entonces el miedo a toquetear los propios genes -en una sociedad que rechaza, con motivos o sin ellos, los alimentos transgénicos, y donde todavía sobrevuela el fantasma de la eugenesia-, o se dará la bienvenida a lo que muchos llaman humanos 2.0?